Bienvenidos al fin del mundo...
Desmontamos, con argumentos científicos, cinco
catástrofes naturales anunciadas para el fatídico 21 de diciembre
Cuando apenas faltan unos días para el «fatídico» 21
de diciembre, el mundo sigue sin mostrar indicios de que esté a punto de
acabar. El campo magnético se mantiene estable, no hay objetos extraños ni
amenazadores en el cielo, la actividad sísmica es la habitual y el Sol se
comporta con total normalidad. A pesar de ello, los agoreros insisten. Y a las
«amenazas» enumeradas hasta ahora se añaden otras, como las de la llegada de varios
días de «oscuridad» justo antes del inevitable final; o el surgimiento de
nuevos virus tan letales que acabarían con todos los seres humanos cuestión de
semanas...
La NASA, y el mismísimo gobierno de los Estados
Unidos, se han visto obligados a emitir comunicados, crear webs y publicar
vídeos en internet para calmar a un sector de la población que, a medida que la
fecha se acerca, se muestra cada vez más nerviosa y preocupada. Los correos
electrónicos recibidos sobre el tema por la agencia espacial se cuentan por
miles. Muchos piden instrucciones, quieren saber qué hacer y cómo comportarse
cuando llegue la catástrofe. Otros, más preocupantes, llegan incluso a
manifestar intenciones suicidas. Y todos, sin excepción, expresan un grado de
preocupación que a menudo raya con la más absoluta desesperación. España
tampoco se queda atrás en este aspecto. Y ya hay incluso quien ha hecho negocio
en nuestro país vendiendo búnkers nucleares para protegerse de lo que pueda
venir.
Sin embargo, no hay que preocuparse, ya que todo parte
de la mala interpretación de una serie de antiguas inscripciones en el
calendario maya. Este antiguo pueblo medía el tiempo en ciclos, entre ellos los
«baktum», cuya duración es de unos 400 años. El calendario maya tiene trece
baktums (5.200 años) y una vez que se llega al último, la cuenta empieza de
nuevo desde cero. Y eso es exactamente lo que ocurrirá el 21 de diciembre. Lo
cual, por supuesto, no implica ningún final catastrófico para la Humanidad. Es
algo parecido, insiste la NASA, a lo que sucede cuando el cuentakilómetros del
coche llega a 99999. La cuenta vuelve a empezar y el siguiente número que
aparece es el 00000.
A lo largo de la Historia, ha habido ya por lo menos
160 profecías con fecha concreta para el fin del mundo. A pesar de ellas,
seguimos estando aquí. Igual que seguiremos a partir del 21 de diciembre.
Ni «planeta X», ni asteroide
Uno de los miedos más extendidos es el de la colisión
con un gran cuerpo espacial que haga pedazos la Tierra. Un mundo aún no
observado del Sistema Solar, incluso mayor que Júpiter y conocido como «Planeta
X» o Nibiru, nombre tomado de una antigua leyenda babilonia. Ese planeta
misterioso estaría siempre al otro lado del Sol, razón por la que nuestros
telescopios no pueden verlo, aunque su órbita le acercaría a la Tierra cada
3.600 años.
La Ciencia, sencillamente, niega la existencia de un
planeta así. Y aunque es cierto que en las regiones más externas del Sistema
Solar se pueden ocultar aún cuerpos planetarios no observados, ninguno de ellos
representaría peligro alguno para nosotros. Si Nibiru existiera realmente,
habría sido observado ya por la NASA o alguna otra agencia espacial. O, incluso
sin verlo, se habrían medido los efectos de su gravedad sobre otros planetas
conocidos. Por no decir que si realmente faltaran pocos días para la colisión
con un cuerpo así, ese mundo estaría ya tan cerca de nosotros que ocuparía la
mayor parte del cielo sobre nuestras cabezas y todo el mundo, sin excepción,
podría verlo con solo levantar la mirada.
Tampoco se han detectado asteroides ni cometas
amenazadores en ruta de colisión contra nuestro planeta. Es cierto que en el
pasado rocas espaciales de varios km. provocaron grandes catástrofes, como la
extinción de los dinosaurios hace 56 millones de años. Y también es verdad que
algo así podría volver a suceder. Pero nada indica que alguna de esas rocas
esté a menos de una semana de hacer impacto en la Tierra.
Y para los que creen que la NASA y los Gobiernos nos
ocultan esa información, lo cierto es que sería imposible esconder algo así, ya
que en el mundo hay, literalmente, decenas de miles de astrónomos aficionados
que «peinan» continuamente el cielo con sus telescopios. Astrónomos que no
dependen de ningún organismo estatal y que al, margen de las agencias
espaciales, realizan por su cuenta numerosos descubrimientos que aumentan
nuestro conocimiento del espacio que nos rodea.
El Sol no nos matará
El segundo «gran argumento» de los que piensan que el
apocalipsis es inminente es una súbita y brutal llamarada solar que el próximo
viernes arrasará nuestro planeta. Para ello, se basan en la coincidencia de la
fecha indicada por los mayas con el periodo de máxima actividad solar dentro
del ciclo actual. Sin embargo, esta idea no tiene base científica alguna.
Para empezar, el próximo máximo solar está previsto
para finales de 2013 y no para este 21 de diciembre. Y además este ciclo (que
es el 24), no es precisamente uno de los más activos que se conocen. Es cierto
que una llamarada solar lo suficientemente fuerte podría dañar nuestras
centrales eléctricas y sistemas de comunicaciones. Pero, incluso en ese caso,
no destruiría la Tierra. Ni tampoco acabaría con sus habitantes. El Sol lleva
emitiendo llamaradas y CME (eyecciones de masa coronal) desde hace miles de
millones de años, y ninguna de ellas ha destruido la Tierra. ¿Por qué habría de
hacerlo precisamente el 21 de diciembre y sin previo aviso?
Dicho esto, nadie duda que, en su momento, será
precisamente el Sol quien acabe por destruir nuestro planeta. Pero eso será
dentro de unos 5.000 millones de años, cuando nuestra estrella agote el
hidrógeno que alimenta su horno nuclear y empiece a quemar helio. Entonces se
convertirá en una gigante roja, una estrella mucho mayor que la actual, y su
perímetro llegará hasta Venus. En ese momento, pero no antes, nuestro planeta,
si es que aún existe, se habrá convertido en un infierno inhabitable.
Alineación galáctica mortal
El próximo 21 de diciembre, solsticio de Invierno, el
Sol y la Tierra se alinearán con el centro de nuestra galaxia. Una alineación
prevista por los mayas y que, según los catastrofistas, desencadenará oscuras y
desconocidas fuerzas capaces de destruir nuestro mundo para siempre. Aunque lo
cierto es que nada de eso ocurrirá.
Por un lado, las alineaciones de cuerpos celestes no
tienen efecto alguno sobre ninguno de ellos. Son algo muy común y que tiene más
que ver con la geometría que con la realidad. Recordemos si no lo sucedido en
2001 a propósito del comenta Elenin, que iba a provocar espantosos desastres
precisamente porque «estaba alineado» con la Tierra y el Sol...
El centro galáctico, además, es un ente imaginario y
que no es posible calcular con precisión. La Vía Láctea es enorme y nuestra
posición dentro de ella nos impide saber con exactitud su forma y tamaño
reales.
Los mayas fueron grandes astrónomos, eso nadie lo
discute. Y las observaciones que realizaron aún sorprenden, por la escasez de
medios con las que se llevaron a cabo. Hoy, con toda clase de instrumentos
científicos y de observación, es posible predecir con mucha mayor exactitud
dónde y cuándo se encontrará un objeto celeste concreto en un momento concreto.
Y todos esos objetos, según el punto de vista que se adopte, pueden alinearse
entre ellos, sin que ese hecho tenga absolutamente ninguna consecuencia.
Supervolcanes asesinos
Hace 74.000 años, la erupción de un supervolcán en
Sumatra (Indonesia) estuvo a punto de costarle muy caro a la especie humana. Se
calcula que entonces fueron expulsados cerca de 3.000 kilómetros cúbicos de
lava y que la enorme cantidad de gases y polvo emitidos oscurecieron la
atmósfera de todo el planeta, provocando un efecto parecido al invierno nuclear
que duró varias décadas. Cerca del 60% de la Humanidad de aquel momento no pudo
soportar las nuevas y tremendas condiciones y, literalmente, desapareció.
Se han encontrado pruebas de otras grandes erupciones
más o menos catastróficas, y se han localizado algunos de los «puntos
calientes» donde algó así podría volver a ocurrir. Entre ellas la caldera de
Yellowstone, en Estados Unidos, un supervolcán que hizo erupción hace más de
dos millones de años y, de nuevo, hace 640.000. Pero no existe ni el menor
indicio que indique que uno de estos episodios esté a punto de suceder en el
presente.
Las super erupciones, aunque reales, se han producido
pocas veces en la historia de la Tierra. Algunos geólogos cifran la posibilidad
de que se produzca una cada 700.000 años e intentan aprender de las que
sucedieron en el pasado para identificar los «síntomas» que las preceden y
minimizar así sus efectos.
Los catastrofistas, sin embargo, están convencidos de
que, quizá como consecuencia de la alineación galáctica o de la propia gravedad
del planeta X (ver los otros apartados), un supervolcán podría «despertar» súbitamente
el próximo 21 de diciembre causando una tremenda oleada de destrucción. Por
supuesto, no existe ni una sola prueba, por pequeña que sea, que permita pensar
en lo acertado de esa predicción.
Inversión de los polos magnéticos
Es un fenómeno natural que ocurre, como media, entre
una y cinco veces cada millón de años. Consiste en un cambio de orientación del
campo magnético de la Tierra, de forma que las posiciones de los polos norte y
sur (magnéticos) se intercambian. La última reversión conocida sucedió hace
780.000 años.
Se sabe que, mientras los polos se desplazan, la
intensidad del campo magnético terrestre desciende, lo que puede provocar una
mayor incidencia de la radiación cósmica y solar sobre la superficie de la
Tierra durante el proceso. Sin embargo, nunca se ha asociado este fenómeno a un
episodio de extinción biológica, por lo que resulya muy exagerado atribuirle
consecuencias catastróficas de ninguna clase.
Actualmente, el Polo Norte Magnético se desplaza
(desde Canadá hacia Siberia) a unos 30 km. por año, aunque nada hace pensar que
estemos al comienzo de una reversión. La especie humana no ha podido observar
directamente ninguna reversión magnética hasta el momento, y los mecanismos que
las rigen no están del todo claros. A pesar de ello, los científicos consideran
que es absurdo pensar que un fenómeno que, una vez empezado, tarda en
completarse decenas, incluso centenares de miles de años, vaya a producirse en
un día determinado y por sorpresa. Ni, por supuesto, que eso vaya a suponer la
destrucción de nuestro planeta o de la vida sobre él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario